Los hermanos Hernáiz y Finca la Emperatriz, el viñedo más singular de la Rioja

La historia que os vamos a contar hoy se remonta nada más y nada menos que a 1855, cuando Napoleón III creó una clasificación especial para los vinos de Burdeos en la que se le daba mucha importancia al viñedo, porque entendía que era fundamental para elaborar vinos de gran calidad. Él creó esa distinción especial y años después, en 1878, su esposa, Eugenia de Montijo, logró que los vinos que elaboraba en una finca de La Rioja, consiguiesen ese reconocimiento.

Se trataba, sin duda, de una finca especial. Un terruño histórico que, tras pertenecer a la emperatriz francesa y evolucionar con el paso de los años, en 1996 pasó a manos de la familia Hernáiz. La “Finca la Emperatriz” era un terruño atípico en la zona, situado en Baños de Rioja, a casi 600 metros de altitud, con suelo de cascajo, muy pobre, de canto rodado; y temperatura frías, pero las expectativas puestas en él eran muchas y no defraudaron.

Tras años de recuperar viejos viñedos y replantar otros, en el año 2000 la familia Hernáiz tuvo su primera cosecha, y en 2019 logró algo que marcaría sus vinos para siempre. El Consejo Regulador de la Denominación de Origen Calificada Rioja había creado en 2017 una nueva clasificación para acreditar los vinos según la singularidad de su origen (algo así como había hecho Napoleón en su día) y en lo más alto de esa clasificación colocó a los vinos de “Viñedo Singular”, en la que se enmarcaron los vinos de la Finca La Emperatriz.

Viñedos viejos de un mínimo de 35 años, de viticultura sostenible y limitados rendimientos eran algunos de los requisitos para ser cualificados como “Viñedos Singulares”. De las más de 600 bodegas riojanas, solo 50 lograron formar parte de esta prestigiosa categoría; solo 154 hectáreas de las más de 65.000 de Rioja. A Eduardo y Víctor Hernáiz les había salido bien la jugada, y el haber decidido salvaguardar y recuperar las cepas viajas que crecían en la finca cuando la adquirieron, les permitió obtener su primer gran reconocimiento a su trabajo.

Sus vinos son vinos exquisitos y de calidad, requisito imprescindible para formar parte del catálogo de Becogalia… y desde hoy forman parte de él. Os los presentamos:

FINCA LA EMPERATRIZ, UN RIOJANO CLÁSICO DE VIÑEDO SINGULAR

Su etiqueta lo deja claro, es un gran vino de Viñedo Singular, la máxima calificación de calidad de la Denominación de Origen Calificada Rioja. Es un riojano clásico, un vino equilibrado, sobrio, maduro y potente. Elaborado con Tempranillo, Garnacha y Viura, posee aromas limpios de frutos negros, notas violetas y toques especiados. Envejece durante 14 meses en barrica de roble francés y americano. En boca es fino, elegante y bien estructurado; con taninos presentes y una acidez bien integrada.

 

EL JARDÍN DE LA EMPERATRIZ, UN ESTILO BURDEOS EN LA RIOJA

El Jardín de La Emperatriz Tinto 2018 es un vino elaborado con uva vendimiada manualmente, de unas parcelas (el viñedo histórico Finca La Emperatriz) con cepas de una edad media de 25 años y algunas con más de 65 años de antigüedad. Con un 88% Tempranillo, 9% Garnacha, 2% Graciano y 1% Maturana Tinta, es un caldo que fermenta en depósitos de acero y que posteriormente permanece durante 12 meses en barricas de madera de roble americano y francés. Es un vino fino y sutil, en el que predomina la fruta negra madura en nariz y toques de fruta roja fresca en boca. Posee, además, notas florales de violetas que aportan frescura.

 

LAS CENIZAS, UN VINO DE PUEBLO CON LA ESENCIA DE CENICERO

Cenizas… de Cenicero, el pueblo natal de Eduardo y Víctor Hernáiz, uno de los lugares más icónicos de la Denominación de Origen, donde se ubican tres de sus parcelas familiares (Puentarrón, Los Hundidos y Sanchisnal). En ellas, en suelos arcillo-calcáreos, los hermanos Hernáiz cultivan principalmente Tempranillo, aunque también Mazuelo y Viura, y crean un vino de mezcla, de pueblo, reconocido por mantener la esencia de los vinos de Cenicero. Las Cenizas es un vino que fermenta en depósito de hormigón y cría en barricas de roble francés y americano durante 18 meses. El resultado es un tempranillo amplio y voluptuoso, con predominio de frutas negras bien maduradas y taninos sedosos. Un vino redondo y seductor.

 

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