Las añadas, o cómo los diferentes años influyen en la calidad del vino

Por mucho que las cepas, las viñas, las tierras de cultivo o los procesos de elaboración de un vino sean exactamente iguales año tras año, es imposible crear dos vinos idénticos en diferentes años.

Dicen los productores que no hay vino que se pueda replicar de año en año, y nosotros lo reafirmamos. ¿Qué hay detrás de esa verdad? Pues algo tan sencillo como las añadas, a las que desde Becogalia queremos dedicar este post especial.

La añada de un vino no es otra cosa que el año en el que se recolectan las uvas con las que se elabora el vino. Indican la fecha del vino, pero esconden muchísimos datos más, cualidades que identifican a los vinos y les aportan unas características únicas y difícilmente igualables.

De las añadas depende, en gran medida, la calidad de un vino. Pero… ¿de qué dependen las añadas? Pues están estrechamente ligadas a las condiciones climáticas.

Por ejemplo, en un año seco de mucho calor y noches muy cálidas, la uva tiene dificultades para madurar y es difícil que alcance su máximo potencial. Lo mismo pasa cuando hace demasiado frío durante la primavera o llueve mucho en verano. Esto no significa que la uva de esos años no vaya a ser aprovechable, pero no tendrá las mejores cualidades.

Para que una añada sea lo suficientemente buena, la uva debe recibir una combinación de frío y calor adecuada, una cantidad de sol exacta y una dosis de lluvia precisa, moderada y repartida de forma uniforme a lo largo del año. En general, una buena añada se caracteriza por tener un invierno frío y lluvioso, una primavera suave y un verano largo y seco, con días cálidos y noches frescas.

Como veis, los cambios meteorológicos influyen enormemente en la maduración de la uva y las condiciones de cultivo, pero no es lo único que les afecta. Hay también enfermedades que perjudican a las viñas y son también tenidas en cuenta a la hora de calificar las añadas.

Quien analiza las añadas y las valora es la Conferencia Española de Consejos Reguladores Vinícolas, surgida de las diferentes Denominaciones de Origen. Tras hacer un estudio pormenorizado de las condiciones de cada año, califica las añadas como regulares, buenas o excelentes.

Esta calificación de añada puede serviros de orientación a la hora de elegir un vino de calidad.

Generalmente, los vinos de añadas buenas tienen una buena proporción de azúcar y acidez y unas buenas cualidades organolépticas. En el caso de las añadas excelentes, las proporciones son ideales y es difícil encontrar un vino de ese año que carezca de calidad.

¡Ojo! Es difícil… pero no imposible, ya que las añadas no es lo único que influye en la calidad de un vino. Su proceso de envejecimiento, por ejemplo, en barrica o en botella, también repercute mucho en el resultado final. Así, una añada buena, o incluso excelente, sin una crianza correcta, puede dar como resultado un vino regulero.

En definitiva, la añada sirve como orientación para decantarse por un vino u otro (es efectiva sobre todo en el caso de los vinos jóvenes), pero no debería ser lo único en lo que fijarse. Los años del vino deberían ser también un aspecto a tener en cuenta, ya que la crianza puede ser incluso más determinante que la añada en su calidad.

Dicho todo esto, en Becogalia estamos seguros de que a partir de ahora os fijaréis más en las añadas a la hora de elegir vuestros vinos. En la mayor parte de las botellas, la fecha aparece en una zona destacada de la etiqueta (también en la parte trasera o en el tapón), pero si no la encontráis, sabed también que hay vinos que no la indican porque son una mezcla de caldos de diferentes años. Es lo que se conoce como “coupage” y lo que permite a los enólogos no depender tanto de las condiciones climatológicas de los diferentes años.

Y es que pocas cosas resultan tan poco previsibles como la meteorología y los productores no pueden dejar a expensas del clima toda una producción.

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